El poeta catalán Manuel de Cabanyes (1808-1833) que amó tanto a su bella Cataluña como a España, a la que reconoce como Madre y Patria, escribió en castellano un libro, compuesto de doce poemas, titulado “Preludios de mi lira”.
La verdad es que no fue bien acogido, como lo demuestran textos como los siguientes: en una publicación del año 1833 se decía: “la mayor parte de los que hablan y escriben el idioma del que usó el autor de los “Preludios”, no han oído siquiera mentar el nombre de aquel ni de estos”. Desde el punto de vista económico fue un fracaso y su muerte, en plena juventud, pasó desapercibida como poeta.»
Ahora bien. En aras de la mayor objetividad, debe recordarse, que tan llamativa falta de reconocimiento no fue debida, como algunos pueden pensar hoy, al hecho de haber utilizado el castellano, sino más bien a causa bien diferentes como ha dicho su biógrafo Torres Amat: “Confesemos que la lectura de los “Preludios” no es popular. Es el canto del cisne, que, antes de morir recogió todas sus fuerzas y quiso dar muestras de lo que hubiera sido después. No es para todos penetrar el fondo de energía, de entusiasmo y de sentimiento que, encierran, doce composiciones líricas, en las cuales, si alguna falta se halla, es el exceso de genio y la audacia de imaginación”. Y en otra buena parte del escaso éxito de la obra, influyó su sencillez y humildad: “En la advertencia con que se da comienzo al texto de su libro nos dice: “sin mis poesías, poco perdiera la literatura española”.
Al cabo de más de cuarenta años, todo iba a cambiar. La crítica literaria española y extranjera, trató como se merecía a Cabanyes: Milá y Fontanals le consideró como un seguidor de Horacio y de Fray Luis de Lóen y byronista, cuya escasa fama se debe dice a lo poco conocido de los inmortales “Preludios”. Menéndez Pelayo declara: “Era uno de mis vates predilectos”. Allison Peers, en su libro, escrito en 1923, “The poems of Manuel de Cabanyes”, afirma que sus poemas son “fuertes, intensivos e incluso febrilmente patrióticos». Y al fin, sus paisanos de Villanueva y Geltrú, donde nació, con verdadero entusiasmo, decidieron erigirle un monumento. A partir de aquí se multiplicaron los libros, ensayos y artículos sobre el poeta catalán.
Su amor a España, que rebosa en sus poemas, permite pensar que no tuvo en cuenta la impolítica manía del Conde Duque de Olivares de “castellanizar” Cataluña, prevaleciendo en él, más bien el criterio del Obispo Palafox: “será necesario gobernar en castellano a los castellanos, en aragonés a los aragoneses y en catalán a los catalanes…”, sin que se le ocurriera pensar que las nuevas generaciones dejasen de aprender y hablar el castellano, como algunos pretendieron y siguen pretendiendo.
A propósito de la “castellanización”, rebuscando y ahondando en la Historia, podría descubrirse que precisamente fue Cataluña quien se “castellanizó”, cuando el Conde Berenguer III, el Grande, que tan interesado estaba con motivo de la conquista de Valencia por el Cid, se casó con la hija de aquel, María Vivar, a la que hizo condesa de Barcelona, según nos cuenta Menéndez Pidal, que a este propósito hace una significativa precisión: “aquel es un detalle que no debemos olvidar”.
Las alabanzas al Cid, a Burgos y Catilla aparecen en su poema a “Marcio”:
Se alzó un caballero: varonil talante
Majestad y gracias dicen que es Rodrigo
Aquel que en buena hora naciera, al que llaman
El Cid Campeador.
De forma repetida invoca a su “Madre España”. Refiriéndose a sus versos,
Duros son, mas son fuertes, son hidalgos…
Y nunca, nunca
Tu noble paz con el rubor de oprobio
Cubrirán ¡Madre España!
Añora lo que fue su España:
¡Costumbres sin arte! ¡severas costumbres
de nuestro abuelos! ¡do estáis que a la cima
De la gloria alzasteis poderoso y bello
De España el blasón!
En su Poema a Pedro Alcover, se indigna cuando Napoleón puso en España 100.000 soldados de manera torticera y prorrumpe con energía:
“Odio al Tirano”. Cuando envanecido
Este en los triunfos fáciles que Europa
Daba a su audacia, sus cohortes fieras
A la España mandó…
Amagaron la noble Zaragoza…
Loor a ti ¡virgen hispana! ¡gloria a
vos, campeones de la Patria!…
Y no despreció la Monarquía, cuando dedicó una Oda a Doña Josefa Amalia, Reina de España y esposa tercera de Fernando VII.
Citando en su Advertencia a los “Preludios” unas palabras del “Don Juan” de Byron, parece hacer una recomendación a los españoles malavenidos: “si nos entendemos, nos encontraremos otra vez”.
El bilingüismo lejos de crear una competencia entre dos lenguas, ha de permitir expresar el amor a España en cada una de ellas.